Cada obra que realizo tiene un detonante, un tema del que quiero hablar, bajo el que se produce una investigación, desarrollando la coherencia entre forma (cómo) y contenido (qué). Es esencial poder alcanzar consciencia sobre lo que quiero hablar mientras pinto para así llegar a una obra mucho mas profunda, donde el misterio del mundo se entrevea capa a capa.
Con el fluir de la naturaleza
Empecé a pintar desde muy pequeña. Detrás de una niña tímida y sensible encontré en el arte una manera de expresarme que no fuese con palabras. La acuarela cambió mi capacidad de comunicar, primero a través de las imágenes, para después saber elegir las palabras. Cuando me licencié en Bellas Artes, entendí realmente el poder del arte y a partir de ese momento, mi capacidad de observar el mundo cambió totalmente. Pintar se convirtió en el motor y aprender más tipos de artes en los engranajes que lo hacían funcionar.
Creo en el poder de las conexiones artísticas como potenciadoras de creatividad. Por eso, a lo largo de mi vida he aprendido poesía, danza, cine, fotografía, escultura, diseño. Y todo hace que al deslizar el pincel sobre el papel la obra pueda bailar y emocionar.
Conocimiento
Verdad interior
Observando la naturaleza puedo detectar formas orgánicas y llevarlas al mundo pictórico. He aprendido cómo a través de la abstracción soy capaz de llegar a un nivel de expresión muy liberador. Cada vez soy más consciente que no soy dueña de la obra que aparece, mis manos se convierten en una guía por las que el pincel se mueve y la naturaleza crea formas que yo deescubro asombrada.
Presencia
Cuando pinto en acuarela me puedo adentrar en un estado meditativo, ya que la obra requiere el 100% de mi atención. El arte me muestra cómo
un camino ordinario se abre hacia una sensación extraordinaria, me invita a utilizar los sentidos para percibir toda su riqueza y en ese momento lo entiendo todo. La obra de arte aparece ante mí y sé, con toda certeza, que está creada y terminada.